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Los verdaderos hombres grises

Los verdaderos hombres grises

Nos reuníamos todos los viernes a última hora en el club de fumadores "Minuette", en Orly. Allí tomabamos parte en las decisiones de la entonces llamada Élite.

Habiamos sido elegidos por los "cazatalentos", pero éstos al igual que nosotros, no sabian quién mantenía sus familias tan generosamente, ni sus viajes, comidas, caprichos e incontables excesos.

A la Élite nadie la conoce, no tienen nombres, no tienen rostro, no se sabe quienes son, pero controlan y manejan más de la mitad del planeta. Probablemente descendientes de antiguos poderosos de la edad media, algunos reyes o emperadores pero también nobles que luego fueron burgueses y empresarios; que al tiempo que les sobrevinieron los cambios sociales de la edad moderna y de la era industrial, supieron sacar provecho de ello.

La Élite existía desde hacía siglos, pero no fue hasta nuestra intervención cuando cobró la importancia real que hoy en día tiene.

Nosotros tomamos parte en el primer modelo de negocio a escala mundial, inventamos la manera de monetizar un cambio tan global como fué la revolución industrial; descubrimos cómo industrializar el valor del tiempo.

Al principio nos parecía un juego, a la mayoría incluso un orgullo que nuestro talento estuviera a disposición de algo tan grande. A otros con el paso de los años, se nos atragantaba saber el fin que tenía todo aquello.

 Si alguien caía en sospecha de no servir a la Élite con toda su voluntad, sufría algún extraño accidente o enfermedad. Algunos, fingimos nuestra propia muerte para no seguir participando en ello.

En esencia no importaba el valor de lo que se producía, nada tenia un valor real, lo único que importaba era tener a la gente sometida a una necesidad. Los pequeños utensilios y hornos de cocina fueron las primeras necesidades falsas que creamos.

Un trabajador de una fábrica podía adquirir una cocina de leña por el valor de un salario mensual. Durante un mes, en aquella época, la fábrica de hornos y calderas, con más de 50 operarios producía 30 o 40 unidades, es decir, se vendía por menos de lo que costaba la mano de obra.

 Esto daba un estatus y una calidad de vida a los trabajadores excepcional. Poder tener el dinero para comprar algunos utensilios y elementos sofisticados les hacía pensar que su vida era mejor que en la aldea donde nacieron.

El grupo inversor al que pertenecia la misma fábrica de cocinas era dueño de cientos de miles de hectareas de la comarca, al igual que era propietario del único banco, de las constructoras más importantes y de otras muchas industrias cercanas.

Cada vez hizo más falta mano de obra, la gente demandaba más cosas, más utensilios para cocinar, más artilugios que se vendian por un precio inferior a su coste.
Llegaban todos los días cuadrillas enteras para la ir a la fábrica y más cuadrillas para construir casas.

La economía estaba desbordada. Pero ¿donde estaba el beneficio de los inversores? Las cocinas, cacerolas y demás utensilios se vendían por debajo del coste real.

La comarca debía estar situada en una zona de climatología intermedia, ni excesivamente adversa ni excesivamente confortable. Aquellos trabajadores que habían llegado a la comarca con una mano delante y otra detrás, tenían que necesitar algún sitio donde guardarse de las inclemencias del invierno. 

Nadie tenía allí una vivienda como la de su aldea, construida a lo largo de generaciones, ni tierra donde construirla. Así, todos tuvieron que comprar las viviendas y la mayoría tendrían que pedir prestado el dinero al banco.

Una ecuación muy bien pensada marcaba el precio de la vivienda. Al principio era accesible, para fomentar la actividad industrial pero a medida que el espacio construible de la comarca disminuyera el precio aumentaría, al igual que los créditos al banco.

En apenas unos años, la mayoría de los pobladores de la comarca trabajarían casi todo su tiempo para pagar la vivienda; y la Élite ganaría por el valor de las viviendas que construía y por los intereses que el banco imponía.

En apenas 20 años eran dueños y señores del tiempo de miles o quizá millones de personas.


6 comentarios

Urdin -

Insisto, no lo sé. Quizá sea como dices, o quizá sea peor. Los hombres grises no tienen piedad en ninguna parte del planeta.

Un indigando más -

Entiendo lo que dices, pero....

Es la misma mierda en todos sitios. Seguro que no podrán acceder a comprar terreno y una casa digna con el dinero que les pagan, por ser explotados. Pero te aseguro que en las txabolas tienen televisiones de plama con satélite para ver el mundial de fútbol y beben refrecos de conocidas marcas multinacionales.

Urdin -

No sé si el precio que tiene la materia prima en Nigeria, y lo que pagan al "ensamblador" en Tailandia, es justo. Habría que ver si con lo que les pagan en esos países pueden acceder a una vivienda y les sobra para alimentarse.

En nuestro país con lo que pagan al tele-operador no.

Un indigando más -

Recomento, para evitar susceptibilidades...

No no llamo necio al blogger, nos llamo necios a todos nosotros que caemos en el error del precio, dándole un supuesto valor.

Una cosa es el valor de una cosa y otro tema bien distinto es el precio que tiene.

El acceso a la vivienda digna tiene un precio muy superior al valor real del derecho a tenerlo.
El precio de una vivienda es anticonstitucional, porque limita llevar al a práctica un derecho fundamental.

Por otro lado..., estudiemos un teléfono móvil:
- Las materias primas (son más caras que el precio final del teléfono)
- El coste de las personas explotadas para extraer los minerales, encondiciones penosas.
- Las personas explotadas para manipularas en condicioes inhumanas
- Las personas explotadas para ensamblarlos

Ahora pregunto ¿Es justo y tienen el mismo valor... Que el acceso a la vivienda (derecho fundamental) sea más difícil y caro que acceder a un móvil de última generación?

Urdin -

¿ Me llamas necio ? ¿ Dónde digo yo que el valor y precio sean lo mismo ?

Un indignado más -

"sólo el necio confunde valor con precio" (Machado)

El sistema de explotación universal de la élite capitalista, se basa en comprar barato lo que es caro y vender barato lo que es caro.

Mientras lo siguamos permitiendo la era de la explotación se perpetuará.

Terminemos ya con la explotación de la tierra, de los animales y del ser humano.