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La Victoria de los Necios

La Victoria de los Necios

Capítulo primero: Noche de traición.

Siempre había sido un hombre de bien, y como muchos, en aquella renacida España de las cenizas, disfrutaba leyendo a grandes filósofos, poetas y políticos. Autodidacta de todo lo que me rodeaba y amante del dialogo de la dialéctica y sobre todo de la paz. Me sentía parte de la esperanza de la España moderna que dejaba a atrás perjuicios y afanes imposibles. Un concepto de una España plural, multinacional, ecléctica; como es. Respetando las diferentes maneras de pensar, los diferentes sentires; las diferentes culturas y naciones que hacen de España ser mucho más que un simple país. Un concepto tan amplio que a algunos no les cabía en la cabeza; a esos que siguen contando las bajas de la armada invencible con los dedos de una mano y sus fortunas con arrobas.

Estados Unidos e Inglaterra miraban con recelo y admiración a esa España que se transformaba. Que dejaba a atrás la edad de oro enquistada en el medievo y que con sangre renovada, con la de los de la generación del 98, miraba al siglo XX con ojos de ensueño una España moderna y rompedora; líder mundial del modernismo. Yo quería participar de aquello, con solo 18 años me había enrolado en el partido socialista para el progreso como tantos otros con el espíritu de una ilusión de la España magnífica que todo lo puede.

Sentí un revuelo extraño en la calle para ser una hora tan tarde y me extraño ver a una pareja de la guardia civil llevar maniatado a Antonio Vegas, compañero de partido y escritor en el periódico "La Nueva Era". Curiosamente era una persona que apenas escribía de política, sino más bien, de temas científicos; pequeños artículos acerca de los avances en medicina, o descubrimientos de primer orden, como el reciente hallazgo del posible eslabón perdido que hacía la teoría de Darwing un hecho irremediable. Pensé que aquella detención se trataría de un error pero pronto vi a otros detenidos y me alarmé. Eran personas cultas, educadas y de alma noble que jamás habían cometido ningún delito. Razoné y concluí que era una revuelta; la que habían predicho los más agoreros del partido, pero nunca habría imaginado que fuera la propia guardia civil la que nos traicionaría. La guardia que debe estar al servicio de la ciudadanía, para evitar precisamente que estas cosas ocurran; era inconcebible. Fue un error darles tanto poder, tanta artillería y tanta autoridad sin control.

No me quede de brazos cruzados, tenía que ver con mis propios ojos lo que estaba pasando; arrinconarme esperando mi turno no tenía sentido. Salí por la azotea, saltando de un tejado a otro como lo hacían los gatos; y no sin esfuerzos alcancé a la pareja que llevaba a Antonio Vegas. Los seguí hasta el monte del Yunte, donde allí tenían a otros 40 maniatados sentados en el suelo.

Al de una hora eran casi el doble los detenidos. Cogieron a 10 y los pusieron contra una pared de tierra iluminándolos con unas antorchas y dispararon a bocajarro sin que se lo esperaran. Sin opción a que se despidieran de este mundo. Algunos aún agonizaban cuando los apartaron para poner otra tanda. No podía dar crédito de lo que estaba ocurriendo, tenía que haber mucho odio acumulado en aquella gente para hacer esto. Pero odio ¿por que? Había algunas razones políticas, algún ajuste de cuentas, pero esto era totalmente desproporcionado. En la lejanía oí más disparos, de fusilamientos probablemente. Se estaba exterminando a la población culta que casualmente coincidían con las ideologías más progresista, a la gente que más había hecho por España; por sacarla de la edad media. Mis ojos dejaron de ver cuando las lagrimas fueron imparables, cuando vi a Antonio Vegas desplomarse, asesinado vilmente; mientras sonreía y miraba al cielo con el pecho henchido.

Me hice fuerte y me propuse recuperar su cuerpo de entre el montón de piltrafas que habían acumulado en una fosa a unos 100 metros de donde estaba. Gracias a Dios le había tocado el último turno y el agujero no había sido calculado para tantos cuerpos. Observe la posición exacta en la que había quedado su cuerpo antes de cubrirlo con tierra y hojarasca y me ayude de una pala vieja que se habían olvidado los guardias para escavar apenas un metro. Sin duda fue la experiencia más espeluznante de mi vida, sobre todo cuando sentí algo blando al hincar la pala, y ver la carne grisácea de un cuerpo inerte iluminada por la tenue luz de la luna; oyendo los disparos en la lejanía de otros muchos que estaban siendo fusilados sin justicia. Aun hoy en día me persigue esa pesadilla.

Continué escavando con las manos en busca del rostro. Aún fue más truculenta la experiencia cuando tuve que descubrir varios rostros antes de dar con el de Antonio Vegas. Al contrario del resto de rostros con expresiones de pánico, dolor y tristeza el de Antonio aun seguía con la expresión sonriente, como si soñara una agradable fantasía; incluso aun conservaba un buen color, mucho mejor que los demás. Descubrí su cuerpo al completo, profanando irremediablemente el reposo de otros cuerpos y como pude lo cargue a mis espaldas.

Abandoné aquel esperpéntico escenario y decidí continuar rio abajo arrastrando a flote el cuerpo de mi colega Antonio. Apenas llevaba cinco minutos calándome hasta los sobacos cuando observé que el río, muy a menudo seco en esta época, llevaba más caudal de lo esperado así que me di la vuelta, cogí a Antonio por las muñecas para llevarlo conmigo a la orilla y me paralicé perplejo al ver los ojos de Antonio abiertos y mirándome fijamente.

- ¿A ti también, José? - Estaba delirando, tanta tensión emocional me hacía oír al cadaver de Antonio hablar. - Van a acabar con este país, ¡Esos hijos de puta!- Balbuceó de nuevo el cadaver de Antonio en mi torturada mente. - Suéltame, suéltame las manos que creo que con una pierna y los brazos podré moverme. - Mi subconsciente me invitaba a abandonar aquella empresa por imposible. No veía la manera de llevar la mole de Antonio hasta el pueblo y menos de llevarlo sin que me vieran los guardias civiles. - ¡ Que me sueltes joder ! ¡ No me oyes ! - y entonces, derrotado mentalmente, dejé que sus manos se escurrieran entre las mías, lentamente como una cariñosa despedida. Nuevamente los ojos se me llenaron de lágrimas mientras veía como el cuerpo de Antonio se alejaba muy despacio y como se daba la vuelta y chapoteaba torpemente hacia mí. ¿Estaba nadando? - ¿Ya te ha costado eh José ? - El cadaver de Antonio se había apostado en la orilla cogiéndose un tobillo a la vez que se quejaba del dolor. - ¡ Mierda ! ¡ tengo la pierna destrozada ! - se cortó el pantalón de pana rasgándolo con la mano y dejo a la vista una herida de bala que prácticamente le había segado la pierna. - Ayúdame José tráeme un poco de ese barro rojo que hay allí, parece yodo, a ver si con eso y un trozo de tu camisa podemos hacerme una venda para que no se infecte. -

- Joder estas vivo !- Exclamé con entusiasmo.- Pero, ¿cómo es posible?.-

 

- No lo sé. Creo que el balazo en la pierna me hizo desmayarme y el resto de heridas... la verdad es que ni las siento en comparación con ésta.- Recogí un poco de yodo y lo impregné en un girón de mi camisa.

 

- A ver, déjame que vea esas heridas ... - Le di el trapo mojado para que el mismo se lo asiera y observé como la herida de la cabeza, por la que sin duda se le dio por muerto, parecía no ser más que un aparatoso rasguño que solamente había descubierto su cuero cabelludo dejando a la vista una masa sangrienta tras la que se veía limpio claramente el cráneo. - Parece que lo de la cabeza no es nada Antonio, pero necesitas sutura sino se te va a poner feo, más aún.- Otras heridas también parecían limpias, excepto una en el costado izquierdo, cerca del bazo donde seguramente tenía una bala incrustada. - Necesitas un médico, tenemos que ir al pueblo.-

 

- ¿¡ Estás loco !? Ha estallado la guerra en nuestro pueblo, y nos buscan; además ¿dónde crees que está el médico? Si no lo han fusilado se habrá escondido. - Me quedé callado y pensativo manteniendo su mirada fija y preocupada, y en un momento de lucidez propuse:

 

- ¡ Julián ! Vive cerca de aquí.-

 

- ¿ El veterinario ? -

 

- Sí, ya es mayor, habrá visto de todo y no creo que para darte unos puntos ahí importe que no seas un vaca. - Le animé sonriendo.

 

- Tienes razón, ¡qué diablos! Y seguro que Julián estará por la labor, que nunca le han gustado estos guardias civiles.-

 

Al estar la granja de Julián al otro lado del valle tuvimos que dar un rodeo para no ser descubiertos y por el camino vimos a un grupo de fugitivos de un pueblo vecino. Nos contaron que nuestro alcalde antes de ser secuestrado mandó al secretario para avisarles. La voz se había empezado a correr por los pueblos de la comarca y muchos estaban resistiéndose. Ellos iban en busca de un batallón de la república que debía estar a unos 15 kilómetros rio arriba.

Efectivamente aquella noche había estallado la guerra.

 

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